Él lo supo desde que vio la cara con la que lo miró. Estaba
consciente de que algo pasaba y no se equivocó. De un momento a otro la luz brillante
de su sonrisa se convirtió en un mar de dudas, tempestades y oscuridad. Sólo
comparado con los más grandes desastres naturales de la historia, obviamente
propios de otra dimensión.
Dentro del profundo silencio de su alma, nacieron ruidos espantosos y dolores
físicos que lo hicieron colocarse como un bebé. Acostado sobre su cama recibía
las noticias más tristes de su corta, pero intensa vida. Un sentimiento
terrible, sin vuelta atrás, había comenzado. Lo que hace un par de horas eran
planes y actividades a realizar, se convirtieron en utopía difícilmente posible
de plasmar. El pobre acaba de entrar en un balde de angustias y tristezas que
lo dejarán mal por mucho tiempo, eso todos lo saben y se darán cuenta.
Dar un paso al costado no es fácil, requiere valentía y determinación. Mil
millones de experiencias que él no quería callar, pero tendrá que cerrar los
ojos, respirar profundo y esperar a que cada músculo de su cuerpo se relaje hasta
llegar a un punto donde se sienta tranquilo. Está consciente de que será un
camino difícil y largo, pero está convencido de que los planetas de este
sistema se alinean por alguna razón, mejor dicho, se desalinean por alguna
razón.
¿Qué puede hacer? Lamentablemente es el costo de ser un ente
racional, sentimental y humano. Mirar el contexto y darse cuenta que no está
solo. Situaciones infinitas que fluyen en un ciclo perverso y confuso. Él cree
que es el término de un proceso en el cual pasó todo y nada a la vez. Sin
embargo, mantiene la ínfima esperanza en aquella frase “contigo lo intentaría una y otra vez”.