11 dic 2016

En aquel horizonte infinito

En su rostro caía una gota de brisa marina que se formó en su ceja. Ahora, en frío y calmada, pensaba qué hubiese sido de aquella persona que por cobarde dejó ir. Tal vez mirando en el horizonte del mar infinito encontraría la respuesta o en las cimas de cerros que llegan hasta el cielo. Su mirada y sus pensamientos eran infructuosos porque ya nada importaba; sólo era el presente y nada más. Aromas, recuerdos, momentos que ya desaparecieron y no volverán nunca más, jamás.

Todas esas cosas que no hizo por capricho, por miedo o simplemente por no querer, ahora las disfruta y mucho. A veces, piensa que está mal, a veces que está bien. Todo cambia de un día para otro, eso es lo rico e increíble de la vida ¿o no?. Un día se está en la oscuridad completa, pero basta respirar hondo y cerrar los ojos para volver a aquella luz infinita que saca lo mejor de cada uno de nosotros.

Aparecen en los peores días de nuestras vidas, como una aparición divina, mágica e irreal. Te brindan apoyo incondicional y te invitan a abrir aquella puerta de salida. Te rescatan y te devuelven el aliento que se había esfumado un día cualquiera de verano bajo árboles que sonaban por el vaivén del viento. Pero ¡cuidado! No siempre será la solución, serán muchos los fracasos y derrotas antes de poder llegar a ese punto que todos anhelamos, el placer de estar en paz con todo y todos.